Metonimia
No estoy contigo en Santurce
ni en los fallos en el concreto
que lo componen.
No estoy contigo en Santurce,
en esta espera de ciudad:
fuego tibio, fijo e inmóvil.
No estoy contigo en Santurce,
donde San Mateo ya no nos acompaña
y Gallego y El último de los congueros
se quedaron en Puerto Nuevo
y no han vuelto de regreso;
donde según el Censo, las cifras
y nuestros números languidecen,
y las caídas, como las riquezas,
ya no se distinguen tan fácilmente.
No estoy contigo en Santurce,
donde todo en carro,
desde Sagrado hasta Miramar,
o se alquila o se vende;
y las mujeres y los hombres
son lo mismo.
No estoy contigo en Santurce,
pero cuentan que las muertes
pueden ser más dignas
con tan sólo un beso,
y a la vez no serlo.
No estoy contigo en Santurce,
pero las salidas en el Minillas
todavía escasamente prevalecen,
y los cuerpos de agua nos rodean lo suficiente
como para confundir los caños de las bahías,
y las noches las cambiaría por el viento
y las luces por el silencio
y las sombras por el eco.
No estoy contigo en Santurce,
donde cada día se me olvida tu nombre
y San Francisco tampoco nos acompaña,
ni el Pacífico, ni la memoria,
ni tus manos, ni lo extraño
en decir que no recuerdo tu nombre:
Luz, Piedad, Paz, Victoria,
ninguna llevo en la mente;
y San Jorge tampoco nos acompaña
y Cangrejos huye y los policías
todavía buscan excusas en demasía
para detenernos por la dieciocho
mientras salimos del Metro
hacia Condado y de regreso
al distrito por los Dos Hermanos;
y ahora el amor es un puente,
y la memoria, la travesía,
y así el mundo se nos hace claro,
pero no estoy contigo en Santurce.