nota de los editores

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Algo de La pequeña se presta al viaje. Por pura casualidad, o quizás por las malas mañas de los fotógrafos (o, más justos, de nosotros al hacer nuestra selección), resulta que las imágenes que han armado esta revistita—las de Rubén Ramos en el primer número, Orlando Torres en el segundo, y las de Giovanni Maldonado en este tercero—han compartido una sensibilidad viajera: paisajes en movimiento, animales en lo suyo, extraños a la distancia viviendo sus vidas, niños distraídos in fraganti. Al mismo tiempo, los textos que las han acompañados—en poesía, Elidio Latorre Lagares, Sergio S. Martínez, Margarita Pintado Burgos y Samuel Medina; en prosa Ana Teresa Toro y Cezanne Cardona—han llevado a cabo una operación similar, aunque a diferencia de las imágenes sus ojos se han fijado en los viajes del día a día, en esas decenas de travesías mundanas a partir de las cuales se articula y desarticula una vida.

Este nuevo número, a año y pico del anterior, continúa ese proceder—y quizás hasta nos da la certeza como para aventurarnos a una sentencia que sugiera algo así como que al interior de lo literario siempre corre un motor de desplazamientos. Gozamos la suerte de que este número le sigue el paso a textos de Cindy Jiménez Vera, Claudia Becerra y Manolo Nuñez Negrón; textos de tres autores importantes para comprender el actual quehacer literario puertorriqueño. Como se verá, los tres autores seleccionados juegan con propuestas muy distintas entre sí. De cierto modo, cada uno representa una vereda a través de la cuál entrarle al pasado y futuro de ese matorral indómito que es la literatura puertorriqueña. 

Los poemas de Cindy miran de frente—y nombran—lo duro de la vida a la vez que insisten en la imaginación como mapa y coreografía. A partir del primer texto, “El hijo imaginario” podría decirse que Cindy propone una ética poética del cuidado, algo así como un cariño republicano en el viejo sentido de la palabra, en tanto a que, a pesar de dar constancia del deseo personal, no impone ni intenta dominar. Este cuidado emana de la voz poética tanto hacia fuera como hacia adentro, hacia el hijo imaginario y el médico como hacia sí misma. En tiempos tan rudos como los que se viven en la isla en el presente, casi hasta podría decirse que estos poemas, que pertenecen a su libro No Lugar (2017), nos sugieren una práctica, una forma de vida.

La poesía de Claudia le hace un buen contrapunto a los textos de Cindy porque en ella parecería que las cosas de la vida han sido arrancadas de la imagen. La poeta abarca el camino desde lo que queda, desde las sombras que traza un sol áspero. Al leer estos poemas, no sabíamos si decir que eran versos de quien parte o de quien regresa. Por un lado, algunos de los poemas parecen aventurarse a un regreso sin saber a qué o a dónde se regresa; mientras que, por el otro, otros poemas por más que intentaban alejarse, sólo logran acercarse. La selección que ofrecemos pertenece a su primer libro, Versión del viaje (2018), el cual de cierto modo teoriza, desde un abrazo profundo a la metáfora, precisamente ese desplazamiento literario que organiza esta nota.

El cuento de Manolo subraya este vaivén exponiéndonos a lo singular de una vida que sufre de un corazón roto.  En él, la voz poética nos lleva de la mano en un paseo que nos muestra los lastres que se tejen en una relación. No toma mucho para que el lector se percate que el camino por el que nos llevan quizás no sea el más apropiado y que, de hecho, el paisaje está repleto de figuras tan y tan perfectas que no pueden sino estar profundamente torcidas. Como en los otros cuentos que componen su libro más reciente, Comida de peces (2016), el humor cáustico de Manolo se refleja en lo que nos parece a nosotros un maravilloso control de la voz narrativa. Quien nos narra “Cena para tres” nos pasa gato por liebre y, si en un inicio nos da cierta confianza por cómo nos invita a la intimidad pecaminosa del bochinche, muy pronto nos vira la tortilla y nos damos cuenta, como suele suceder, que al fondo de todo chisme siempre hay veneno. En el caso de “Cena para tres”, se trata del peor y más destructivo de los venenos, porque no es sino el ácido apocalíptico de un ego macharrán lastimado.

Demás está decir que estamos muy orgullosos de poder contar con estos autores en este número, y que no hay mejor forma de retomar este proyecto al que le tenemos tanto cariño. Con este número 2.1, marcamos el inicio de un nuevo recorrido con La pequeña, el cual constará de otro número antes de que termine el 2018, y de cuatro más en el 2019.

Los editores,

Juanluís Ramos y Sergio Gutiérrez Negrón

1 de agosto del 2018
Cupey, PR / Oberlin, OH