7 poemas de Ivelisse Álvarez

Los siete poemas de Ivelisse Álvarez nos arrancan del interior del cuento y del poema y nos atoran en la escena de escritura. En ellos no se borra (o parecería no borrarse) la mano de quien escribe. Tampoco (podría decirse) se transfigura la experiencia para hacerse expresión. La de Álvarez es una poética a la que no le molesta dejar ver las costuras. Estos poemas bien podrían leerse como apuntes, relatos, reflexiones, y ahí la polisemia de sus versos. Leyéndolos, sentimos que invadimos un espacio íntimo, que miramos por sobre su hombro a lo que se anota en un diario. Y justo es en esa sensación que se halla algo de la maestría irónica de Álvarez, que logra tejerse confesional al mismo tiempo que critica la manera en la que lo confesional puede ser trampa. Es ese filo lo que nos gusta de estos poemas, que expresan, im-presan, y, a la vez, desarman mitos, figuras y las contradicciones del yo.
— Los editores

Ivelisse Álvarez (Ponce, 1995) escribe y dibuja guiones gráficos. Ha publicado el poemario La tomadora de soda (Ediciones Aguadulce, 2018), y colaborado en las antologías El coloquio de las perras (Capitán Swing, 2019) y Pedir un deseo, prenderle fuego (Ediciones Continente, 2020). Actualmente es estudiante de grado en el programa de Literatura Comparada y coedita la revista literaria Demoliendo Hoteles.


 

7 poemas de Ivelisse Álvarez

fracaso amoroso. pese al rigor de tantos apuntes diarios y citas estratégicas, su prosa parecía deficiente,

diríase incluso desprovista de esa «chispa» literariamente pasable

ante la mesa de trabajo, aborrecida —lo supo temprano— sus papeles no irían a ningún lado

durante un tiempo apostó sin fe a las categorías ultrafemeninas de la tradición lírica occidental según la cual ella sería otra «frustrada» otra «musa» otra «discípula» otra «inédita» y al cabo «póstuma» y al cabo «chillona» como insinuó borges pensando en alfonsina

pero una noche, eufórica, tuvo que anotar: en literatura quien ama ¿no es en el fondo fracasista? después —demasiado tajante para su gusto— puso: todos los fracasos me parecen amorosos, como yo no sé amar me cuesta proclamarme escritora de la nada

siguió trabajando sin resistir el ímpetu «confesional» que ella toleraba únicamente a pizarnik en una libreta ligera donde se permitió hacerlo hasta desaparecer

autocrítica. hago de mí

una bolita de papel
indiferente incorregible
que reparto por el suelo
deprimida despiadada
no me conservo
en la cesta de restauración

boceto 1. una muchacha entró conmigo a una especie de fiesta / sentadas al fondo de una caja de música supuestamente conversábamos / no entendí bien si aquella era o no la residencia de un poeta / a ratos una piscina humedecía el techo que parecía incompleto / había policías por todo el perímetro / nosotras hablábamos del estremecimiento de las gotas / intentamos consolarnos diciendo que de niñas quisimos ver por dentro las cajas de música, vivir allí / en eso apareció el poeta y procuramos flirtear con él (hacer bonding) pero acabamos por encontrarlo parlanchín —nada que ver con un lírico discreto— hasta nos contó que fumar pasto alivia los espasmos / pobre marihuano, pensamos / a todas estas era de noche y sin embargo el sol me molestaba

boceto 2. yazgo en el cuarto de mi adolescencia, afuera truena y desde la cama imito los estruendos / bien entrada la noche no me sorprende la luz ni el vuelo que alzan las palomas unánimes de aquí para allá / espío sombras ominosamente recortadas contra la pared junto a lo que sea que flote / me cuesta reparar —en efecto— que aquella casa ha quedado —no inundada— sino más bien inmersa / no me siento a salvo ni insegura y ese milagro me preocupa / en algún punto si no revienta mi cuarto de épocas pasadas lo hará mi corazón / bajo las sábanas tampoco es que la vida parezca muy distante, sólo que los rayos perfilan —en vez de palomas— una serie de patitos de hule, acaso una señal, un acabamiento irrisorio en la cabeza / apenas me mueva un poco hacia el sol ¿estaré de vuelta? no sé hacerlo —reconozco— inminentemente me hundo / esto habrá sido todo / echo un vistazo alrededor, desesperada y muriendo en falso hacia otro sueño

elogio del contrincante. no me obligues a venerar cuchillos ni dibujes por mí un zigzag contra tu pecho, zoro / corajudo entre flores de sakura / distraído y sin camisa, hacedor de mi herida con mano endemoniada la tercera catana sigiloso desenvainas / no me enseñes a ser en cada batalla la que toma la siesta / duelo por duelo —como tú— a vivir en el despiste / pétalo a pétalo a no tener que parecer tan épica a veces, roronoa / insolentes son las oes de tu nombre / seriecito espadachín / idóneo enemigo / duermevela entre flores de sakura

(subrayados que hice a una novela de 1986). cabeza rodante lo mejor sería no pensar más / antes que intelectual un pie descalzo, manipulador el hilo: una estocada al corazón / el libro hacia el que fui empujada por alguien que no era yo cuchicheando en clave / a toda costa hicimos cosas de este tipo a un ser amado / quité la página del libro con la lengua afuera / era necesario hacer algo o reventar, derramarse por las comisuras con obediencia ciega mirar el título, el retrato, igual que una luz mala demasiado limpia para entender / estás tan vivo que me muero —hay personas originales hasta para eso— alejarse en pos de algo / no podría ni alargar ni acortar las anécdotas, mi bajada a sus ¿por qué reincidiría? contraespionaje a largo plazo, antidepresivo —qué tonterías se nos ocurren a veces— alguna vez cobrar vida simbólica cerrarme el paso / ese nombre color nube, eso mismo, la operación al revés / mandaba señales de vida la mujer de los dedos atravesados por la luna

universidad personal. por más que relinches que sientas

cómo hace tucutucu el corazón llenando una libreta

obligatorios son estos desencuentros, felices los equívocos

Las fotografías son de Jean Wimmerlin, a través de Unsplash.